domingo, 31 de julio de 2011

María Verónica León en el crisol de París

Bernard Fougéres

domingo 31 de julio del 2011
Picasso realizaba diseños complejos con un solo trazo, así como Cocteau. En la Sorbona dibujó en la oscuridad con un tizón encendido. Me gusta saber que un artista plástico es veloz dibujante. “El jarrón da forma al vacío y la música al silencio”. En aquella frases de Braque encuentro a María Verónica. No soy crítico de arte, solo un gustador del mismo. Opino como espectador, como soñador.

Veo dibujos eróticos, líneas enmarañadas que llegan a ser vellos púbicos, paisajes corporales, hilos escapados del huso de Ariana o Penélope (dicen), más bien de las marionetas, pues el arte es paciencia en el laberinto, en la jungla terrenal. El retrato es extraño cantar. Nuestra artista mira en azul, en verde, en anaranjado, busca simbiosis entre sí misma y los retratados, la esencia que nos ocultamos. Espía, terrorista dulce del yo ajeno, anarquista del color. María Verónica pintó a Bill Clinton, a Plácido Domingo, Isabel Adjani. En revistas prestigiosas como Luxury Dreams Magazine, dedican un imponente reportaje a Karl Lagerfeld pero encontramos allí a nuestra pintora ecuatoriana con seis de sus retratos. Es la única artista ecuatoriana en haber expuesto en el Petit Palais en París, de muy difícil acceso para cualquier artista, donde recuerdo haber admirado obras de Ingres, Courbet, autorretratos de Rembrandt, lienzos de Cézanne, Fragonard. En la Bienal de Venecia presentó sus videos-art, sus videos-poesía donde bailan números, versos, gemidos hasta la obsesión, obras que pude entrever en la pantalla de una computadora tomando contacto con una sinfonía en blanco donde estalla la sensualidad, se sublima la sexualidad, fusiona con la naturaleza, evoca de repente, sin imitación alguna, a Georgia O’Keeffe (“Odio las flores pero las pinto porque no se mueven y son más baratas que los modelos”). Es importante recordar que O’Keeffe quien pintó aquellas flores desfloradas era bisexual (relaciones con María Félix, Frida Kahlo, Joséphine Baker) que Frida Kahlo tuvo once fracturas en un accidente de tránsito, fue operada 32 veces, sufrió un aborto, que dicha bisexualidad más esta forzada inmovilidad en hospitales y un aborto, influyeron en su visión tan personal de la naturaleza humana.

El humanismo de María Verónica la vuelve libre, independiente, solidaria, no solitaria (la frase es de Camus), apasionada, sensualísima, con desconcertante facilidad para vivir fuera del tiempo, crear contactos con la gente. Siempre contesta en interviús que su vida oscila entre París y Guayaquil mas en realidad ella es de todas partes. Si le preguntamos “Where are you from? D’où êtes vous? D’oú venez-vous?” (Ella habla francés e inglés con fluidez) contestará “From everywhere, de partout” pero el crisol donde amalgama sus ilusiones, plasma la esencia de su arte, es definitivamente París, centro de gravedad. La invité a almorzar en casa, nos escapamos de noche hasta Plaza Lagos donde estableció su cuartel general con su indispensable laptop. Entré en su mundo, ella en el mío. Su visión de Venecia a través del oro y el agua mediante el video-art es fascinante, mas sigue mirando su río Guayas con el mismo fervor.

domingo, 24 de julio de 2011

Chicas del 28 de Mayo

Bernard Fougéres

domingo 24 de julio del 2011  
En colegios como Ecomundo, Sek, Santiago Mayor, pude auscultar el pensamiento de adolescentes de ambos sexos. Me confiaron por mails asuntos personales. Muchos adultos piensan que la juventud actual está despistada, no respeta valores; se acusa sobre todo a la colegiala, no al macho todopoderoso. Debo considerar que me impresiona la atención que pone ella en cada charla mía, la forma como se involucra en los temas tratados, cómo quiere, más allá del posible libertinaje, creer en amores idealizados.

En regla general se queja de la falta de comunicación entre ella y sus padres, de que se la considere inmadura, se quiera darle una orientación en contra de sus sueños. Una adolescente no anhela siempre escoger la carrera que se le aconseja. Los mails hablan de chicos o jovencitas que quisieran ser astronautas, periodistas de gran éxito, cineastas, chefs de alta cocina. Se topan con el freno paterno: “Son profesiones absurdas, tienes que aterrizar”.

A los 15 años quise ser paracaidista, alpinista. Mis padres se mofaron, corté el contacto. Cuando terminó la Segunda Guerra Mundial vi saltar de los aviones C.47 a los paracaidistas norteamericanos. Recuerdo, siendo muy niño, haber visto cadáveres de soldados aliados, alemanes, presenciado fusilamientos. Al llegar a Ecuador supe que la FAE tenía un C.47. En 1974 salté unas cuantas veces desde aquel avión, recuperé mi infancia toda, logré graduarme de paracaidista con los comandos de la FAE. Mi sueño de alpinista se materializó cuando subí a caballo sin montura hasta las nieves del Cotacachi con los arrieros de Cuicocha. Puedo comprender las ilusiones aparentemente absurdas, como dar un concierto a seis mil metros en el cráter del Cotopaxi arriba de las nubes. Conservemos al adolescente que fuimos.

Muchos famosos fracasaron al inicio. Aznavour fue pifiado, la Quinta Sinfonía de Beethoven recibida con frialdad, el estreno de la ópera El Barbero de Sevilla fue un fiasco. Demos oportunidades. Las chicas reggaetoneras no deben ser expulsadas sino reintegradas, guiadas. Sigo viendo en ellas a las valiosas mujeres de mañana, no a las incitadoras dañadas, la Eva del Edén, la manzana con gusanos frente a machitos inocentes a quienes jamás se pretendió expulsar de colegio alguno. Creo que, siendo adolescente, cometí peores cosas que luego lamenté.

Tener 16 años es maravilloso mas puede ser doloroso. Soñamos con lo absoluto, nos estrellamos contra la realidad, nos sentimos incomprendidos, nos invade el deseo de morir. El sexo es un rito, no un juego, no se come: se comulga. Queremos sentirnos amados, tomamos en serio sueños, romances, poemas. Es una edad en la que uno se cabrea, se rebela contra el quemeimportismo de los adultos. “Si miras mucho hacia el cielo, al final te crecerán alas”. He dialogado con casi cuarenta candidatas al aborto. No juzgué ni condené, hablé del amor a la vida, pero no impuse nada, dejé libertad. Creo en el primer amor frecuentemente maravilloso. El 28 de Mayo es el recuerdo de una revolución cívico popular, ciertamente no de un video sin trascendencia para voyeurs adultos. Recuperemos el verdadero sentido del amor y del sexo. No seamos jueces hipócritas con tanta basura nuestra a cuestas.

Foto de: Amaury Martinez

domingo, 17 de julio de 2011

Querido Facundo

Bernard Fougéres

domingo 17 de julio del 2011
Recuerdos en desorden: ¡Tantas veces estuviste en esta casa mía! Una vez coincidiste con Raúl Vale, mas casi siempre fue con Alberto Cortez. Me pedías poner las canciones de Edith Piaf, Jacques Brel, de quienes eras fanático. Preguntaba yo: “¿Cabernet, Merlot, Carmenere?”, contestabas “cualquiera con tal de que sea rojo”. En el tocadiscos Ne me quitte pas, himno al masoquismo, dejaba el paso a J’arrive (ya voy) que el bardo francés compuso cuando ya tenía cáncer a los pulmones, se sabía desahuciado. Lo conocí en 1953 cuando recién daba sus pinitos en la bella Francia. Casi nadie sabía de él.

Tenías, Facundo, un cáncer que llevabas como si fuera bluyín, informalmente, sin hacerle caso. Hablabas de amor y paz. Bromeabas en serio, te reías con ganas, casi a gritos cuando decidimos con Alberto llamarte con inmenso cariño “fecundo cabrón”. Sabías que no existen las llamadas malas palabras, aquellas que lastiman el oído de quienes no se escandalizan por Vietnam, Irak, pero llevan en el alma un puritanismo fermentado, lloran por una telenovela de pacotilla, se deleitan con chismes de poca monta, se ofuscan por una palabra altisonante. Me decías: “¡Qué pena da conocer gente que tiene cincuenta o sesenta años y no termina de nacer!”. Me enseñaste lo que llamabas “el escándalo de los débiles”, aquellos que despotrican a los demás entre dos rosarios. Hasta hablaste de “las ranas que nadan en piletas de agua bendita sin poder lavarse el veneno que llevan puesto”. No hablabas mal de los ricos, solo te molestaban los que despilfarraban sus tesoros interiores, ostentaban sus bienes como trofeos absurdos sin llegar a saberse mortales.

Me obsequiaste muchos dibujos hechos por ti. Nuestras conversaciones eran meditaciones acerca de la vida, la vejez, la muerte, la hipocresía, todo puntuado con brindis, risas, copas, optimismo melancólico. Cuando murió Evelina a quien querías tanto, no me diste el pésame en el lobby del hotel Colón. Solo dijiste: “No malgastes tu tiempo en un sufrimiento interminable, hay demasiada gente que espera de ti el amor que puedes derramar”. Sin saber, casi repetiste lo que me había dicho mi esposa tres días antes de fallecer: “Siga amando, Bernie. La vida es para eso”.

Facundo, hermano, también me dijiste: “No busques tanto con qué ser feliz si lo puedes ser con cualquier cosa, saborea el instante”, “No pidas que te amen. A ti te toca amar, a los demás les toca saber si tienen con qué corresponderte”. Si te preguntaba acerca de tu temor a la muerte, contestabas invariablemente: “Mira que sigo aquí: van casi setenta años que estoy muriendo. Uno en realidad no muere, se consume, da calor, luz, o incendia, devasta, destruye. Debemos ser buenos combustibles”. No sé si las palabras son textuales pero lo expresado sí.

Alberto, tú y yo, nos despedíamos siempre con un abrazo, un beso en la mejilla. Una vez, Cortez, en el Centro de Arte, dijo: “Para besar a un amigo en la mejilla hay que ser entrañable hermano. Quienes lo ven mal tienen miedo a ser hombres”.

Dibujo de: Fernando Rocchia

domingo, 10 de julio de 2011

Luis Olmedo Acosta

Bernard Fougéres

domingo 10 de julio del 2011  
Esta columna es de ustedes: en ella van vivencias suyas mezcladas con las mías. Me agrada conversar con los taxistas. En el tiempo de una carrera, indago, pregunto quién es el chofer, cuántos hijos tiene, de dónde es. Hace dos semanas detuve un taxi amarillo. Me topé con un conductor negro, amable, mágico. Leí su nombre en la identificación del vehículo, el alma en su mirada. Luis tiene setenta y cuatro años, luce diez menos. Sus cuatro hijos le han dado trece nietos y dos bisnietos. Tiene una sana filosofía de la vida, torea los temporales, sigue sonriendo. Me llama Don Bernard lo que me pone algo incómodo. Lo han asaltado tres veces. No encontré todavía a un taxista que no haya sido víctima por lo menos de un atraco.

Luis me muestra un dinero que tiene reservado para los bisnietos. Ha pagado con su trabajo los estudios de sus hijos. Cuando tocamos el punto del racismo, me dice que lo ha experimentado muchas veces: mujeres que se persignan cuando se fijan en el color del chofer, universitarios que le hicieron a escondidas señas ofensivas. Cuando llegamos al destino pactado, no me quiere cobrar, tengo que presionar hasta que acepte. Siento que este mundo no es lúcido, la gente no intenta saber lo que hay detrás de un rostro.
Recuerdo a esta señora operada del corazón en el mismo hospital que yo, recibiendo la visita del cirujano negro que la intervino: “¡Ojalá no me dé mala suerte!”. Y yo, algo irritado contestando: “No se preocupe señora, los cirujanos blancos operan a pacientes negros, no se contagian”.

Ser racista en pleno siglo XXI es tan absurdo: los esqueletos tienen el mismo color. Sin los negros se nos va lo mejor del jazz, de la música pop, del fútbol, se nos van Martin Luther King. Mandela, Benkos Bioho, Lewis Hamilton, Eddie Murphy, Desmond Tutu, Ángela Davis, Sidney Poitier, Bill Cosby, Pelé, Michael Jordan, Oprah Winfrey, Muhammad Alí, Michael Jackson, Ronaldinho, Adalberto Ortiz, Condoleezza Rice, Nelson Estupiñán, Antonio Preciado, Luz Argentina Chiriboga. La selección de Francia en el 2008 incluía a siete negros y cuatro blancos. Hitler no quiso estrechar la mano del atleta negro Jesse Owens, vencedor de los Juegos Olímpicos de 1936, pero Franklin Roosevelt tampoco lo recibió, pues hallándose en una contienda electoral no quiso demostrar simpatía por gente de piel oscura.

¿Acaso se necesita que un negro sea famoso para que lo podamos admirar? Por un Obama, ¡cuántos negros valiosos cumpliendo caballerosamente con su labor diaria! Negro es el color de las limusinas oficiales, del esmoquin, de ciertas teclas del piano, color elegante que se ponen las mujeres para afinar su imagen. El racismo no es más que la soberbia de un ser inferior, así como el machismo.

Estimado amigo Olmedo, conversamos escasos minutos, tiempo suficiente para que usted se convirtiera en mi héroe del día. Mis respetos, mi afecto. Ignoro si usted leerá esta columna pero uno de los guayaquileños que suban a bordo de su taxi amarillo se lo comentará. Ojalá los racistas sean negros en su próxima vida.


Dibujo de: Cathy Gatland

domingo, 3 de julio de 2011

Génesis, la más bella palabra

Bernard Fougéres

domingo 03 de julio del 2011
¿Cuál puede ser el más hermoso vocablo en cualquier idioma? En francés me estremece la pomme d’amour, manzana de amor, love apple (nombre dado al tomate). Pomona era diosa de las frutas. La manzana estuvo en el Edén donde retozaban, niñeaban, jugueteaban Adán y Eva: se convirtió en símbolo del mordisco prohibido. La curiosidad siendo virtud esencial, me alegro que hayan experimentado el deseo de bajar a patadas las frutas de aquel árbol. El pudor se convirtió en ardid de conquista, empezó la aventura del erotismo al que Georges Bataille dedicó un libro capaz de desgoznar a cualquier terrícola. Los romanos llamaban con desprecio “bracatus” (bragado) al galo mi ancestro. La evolución de la braga desde entonces ha tenido altibajos pasando por complicados bombachos, apretadas calzas, enternecedoras calcillas que de pronto asoman en el filo del pantalón cuando las jovencitas bluyinean a ritmo de reggaetón, llevando prendas minúsculas susceptibles de caber en una cajetilla de fósforos. Los encajes o tejidos de inocente transparencia desquiciaron al homo sapiens, complicaron la vida del señor Strauss Kahn, del honorable Bill Clinton, enloquecieron a Nicolas Sarkozy, trastornaron al promiscuo Berlusconi.

Génesis es el más hermoso nombre que puede llevar una mujer. Así bautizó El Puma Rodríguez a una de sus hijas, así se llamó el grupo donde Phil Collins tocaba la batería. Pero volvamos al momento en que Eva comparte la fruta después de propinarle un generoso mordisco: “Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, se dieron cuenta de que estaban desnudos, cosieron hojas de higueras, se hicieron delantales”. Gracias a todo aquello conocimos siglos después a Christian Dior, Pierre Cardin, Versace, Yves Saint Laurent, nació el negocio de la alta costura para vestir a las damas adineradas, el inefable striptease, asunto millonario que consiste en la operación inversa. Las mujeres protegieron su intimidad durante siglos mediante ropas incómodas como la crinolina o miriñaque, corsés de varillas, sujetadores con armazón metálico, una red complicada de broches, cordones, corchetes luciendo peligrosas mandíbulas de acero, cremalleras, botones, llegando al piercing corsé que todavía no aparece en nuestra tierra pero satisface las ansias de las mujeres masoquistas. En el siglo XXI la ropa interior se ha reducido a su mínima expresión, se llegó a prescindir de ella como lo revelan reporteros gráficos que espían a Linsay Lohan, Pamela Anderson, Paris Hilton. Creo que perdimos buena parte del misterio, añoramos el tiempo perdido en luchar con tan dulces trampas, recuerdo que mi abuelo se enamoró locamente de mi abuela materna por haber visto de sopetón el tobillo de ella mientras se subía a un caballo. Todos sabemos que los pies siguen siendo parte esencial del recorrido erótico.

Génesis significa origen: creo que el término griego gignestai (nacer) fue uno de los primeros que aprendí. Al encontrar en el primer libro de la Biblia la palabra polvo (“pulvis es et in pulverem reverteris” nos dicen en Miércoles de Ceniza) observo que el polvo sirve para maquillaje, armas de fuego, también para triquearse o dedicarse al erotismo. Nada nuevo bajo el sol. “Deja llenarme de tu desnudez para vestirme por dentro” (Ricardo Arjona).

Foto de: Amaury Martinez