domingo, 20 de noviembre de 2011

¿Y qué pasa si perdono?

Bernard Fougéres

domingo 20 de noviembre del 2011
Al pensar que perdonar me vuelve superior a quien me ofendió, falseo la esencia de la indulgencia. Debe existir igualdad entre ofensor y ofendido dentro del mismo humanismo. Me interesa el perdón más allá de las religiones. La filosofía de Kant, al considerar un acto como bueno cuando pueda convertirse en ley universal me seduce tanto como su imperativo categórico (hazlo porque sí). Recuerdo de mi adolescencia el teatro de Corneille. “Soyons amis, Cinna, c´est moi qui t´en convie” (Seamos amigos, Cinna, yo te lo propongo; aprende conmigo a vencer tu rencor). Mis padres me educaron dentro del catolicismo del que sigo apreciando el abrazo de paz o aquella frasecita del padrenuestro “Perdónanos nuestras ofensas como perdonamos a quienes nos ofendieron”. No es simple oración sino precepto de vida.

Puedo afirmar que siempre he perdonado sin obtener otra recompensa que la de sentirme a gusto con mi conciencia. No hay gloria más grande que recuperar a quien, con o sin motivo, se ha enemistado. Me sucedió con Pancho Jaime cuando lo visité en la cárcel para ver de qué modo podía ayudar a su familia, no dejé ningún hilo suelto ni mastiqué ofensas del remoto pasado. Cumplí con mi deber. Tengo mil y un defectos mas aborrezco las expresiones del tipo “no dar el brazo a torcer”, “el que la hace me la paga” de la rapera Milka. Adopto lo de Gandhi: “Ojo por ojo, al final el mundo acabará ciego”. La famosa ley del talión me incomoda: “Vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, quemadura por quemadura, herida por herida, contusión por contusión” (Éxodo 21:23-25). “Fractura por fractura, se le hará la misma lesión que él haya causado a otro” (Levítico 24:19). “Tu ojo no tenga compasión de él, vida por vida, ojo por ojo, diente por diente” (Deuteronomio 19:21). Todo eso quedará sin efecto con el hermoso sermón en la montaña del activista Jesús: “Bienaventurados los misericordiosos porque para ellos habrá misericordia. Bienaventurados los pacificadores porque serán llamados hijos de Dios”. Eso de “si te pegan en la mejilla pon la otra” (Mateo : 5: 38-42) debe ser tomado en el sentido alegórico. Humoristas como Bonil (“Cuando puedes adjetivar tus deficiencias, recién puedes reírte”) me entienden. Roque Maldonado también: “Puedo sufrir a gusto la desesperación existencial, repantigado entre el polvo sin memoria y los fulgores mineralógicos del ser o no ser”. Se mofaron ambos de la solemnidad con desenfadada finura. “Si no nos dejáis soñar no os dejaremos dormir” (Tomás del Pelo). El humor puede ser más preciso que la cuchilla del cirujano, más profundo que un editorial. El entrañable Bonil sabe perdonar, por eso, presumo, me soporta como amigo.

Sadam Husein frente a la horca dijo: “No tengan miedo, es allá adonde todos vamos. Iremos al cielo, nuestros enemigos se pudrirán en el infierno”. No sabía de humor ni de perdón pero sí algo de filosofía. El desquite envenena nuestra vida. Perdonemos todos: la magnanimidad es noble forma de crecer. “Solo aquel que es bastante fuerte para perdonar sabe amar” (Gandhi).

Dibujo de:Rolf Schröter

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