Bernard Fougéres
domingo 12 de febrero del 2012
Vivir es dividir cromosomas, llorar de gozo frente a la vida nueva, ser padre, abuelo, amigo, hermano de todo lo que respira: seres, plantas, árboles, flores de un día; vivir es sorprender afecto en los ojos húmedos de un perro, tomar riesgos por el placer de sentirnos vivos. Es consumirnos, dejar un surco de fuego en la madera de nuestra cruz, esculpir el viento, quedarnos con lo esencial. Desafiar el tiempo es romperle los cascos a Rocinante, jorobar al Quijote que llevamos dentro, creer en quienes no existen, llámense Santa Claus, Mafalda, Juan Salvador Gaviota o la misma felicidad. Vivir en pareja es perder nuestras hojas sin reprocharnos la enjuta desnudez, es dormir en los ojos del otro, violar sus sueños secretos. Es desafiarnos constantemente a nosotros mismos: “I wanna go all the way taking off my freak tonight” (quiero ir hasta el final sacando lo más raro de mí esta noche) canta una entrañable desquiciada de cien mil voltios llamada Britney Spears. Vivir es desconfiar de la pretendida cordura que huele a cirios de mala muerte para prender luces de vida buena aunque fuera de otro mundo. Vivir es ver cómo se abre una semilla en el vientre de una mujer, cómo crece una hija cuando logra mantenerse de pie por vez primera luego se oculta detrás de su primera menstruación para volverse hembra, es descubrir en los ojos de Antígona la mirada de Edipo: “Nothing can stop these lonely tears from falling”. Nada puede impedir que sigan cayendo estas lágrimas solitarias (Sinead O’Connor).
Vivir es envejecer sin temor porque no existe otra forma de evitar la muerte, encontrar la ternura cuando se calman los espasmos, rescatar del placer al amor náufrago. El tiempo apremia, la vida es combustión, incineración en cámara lenta, es arder en las llamas del amor incontrolable, desmontarse del potro al final de la jornada, pirrarse por unos dulces, sean lo que fueren, desarmar la cajita de música que amenizó nuestra infancia, la que muele el tiempo con sus púas de bronce, es inventar el cronómetro que anda al revés, ampolletas de arena que podamos invertir según nuestro antojo.
Vivir es experimentar dolor después de la anestesia, resaca luego de la mala noche. Jacinto Santos Verduga escribió: “Perdónenme si mi silencio les causa ruido” pues el tiempo es llaga insomne, hemorragia interminable. Nos desvivimos por un amor que se esfumó en aquel lugar llamado eternidad por quienes no se resignan a morir. El tiempo es ausencia cuando acecha la noche, se vuelve colchón de alfileres, cabalga las agujas del reloj, dice adiós con la mano, brillan como diamantes en sus ojos las postreras lágrimas.
El tiempo parte nuestros sueños, los disgrega, los atomiza, los vuelve tan frágiles que se rompen con cada amanecer. Despertar es darnos cuenta de que sigue intacta la herida: nunca es tan presente el ser amado como cuando ya no está. Seguimos tejiendo con rayos de luna sueños que deshilacha el sol. El tiempo nos da la oportunidad de ser lo que de verdad somos: “Prefiero ser el peor de los mejores que el mejor de los peores”, dijo Kurt Cobain.
Nunca es tan presente el ser amado como cuando ya no está.
Vivir es envejecer sin temor porque no existe otra forma de evitar la muerte, encontrar la ternura cuando se calman los espasmos, rescatar del placer al amor náufrago. El tiempo apremia, la vida es combustión, incineración en cámara lenta, es arder en las llamas del amor incontrolable, desmontarse del potro al final de la jornada, pirrarse por unos dulces, sean lo que fueren, desarmar la cajita de música que amenizó nuestra infancia, la que muele el tiempo con sus púas de bronce, es inventar el cronómetro que anda al revés, ampolletas de arena que podamos invertir según nuestro antojo.
Vivir es experimentar dolor después de la anestesia, resaca luego de la mala noche. Jacinto Santos Verduga escribió: “Perdónenme si mi silencio les causa ruido” pues el tiempo es llaga insomne, hemorragia interminable. Nos desvivimos por un amor que se esfumó en aquel lugar llamado eternidad por quienes no se resignan a morir. El tiempo es ausencia cuando acecha la noche, se vuelve colchón de alfileres, cabalga las agujas del reloj, dice adiós con la mano, brillan como diamantes en sus ojos las postreras lágrimas.
El tiempo parte nuestros sueños, los disgrega, los atomiza, los vuelve tan frágiles que se rompen con cada amanecer. Despertar es darnos cuenta de que sigue intacta la herida: nunca es tan presente el ser amado como cuando ya no está. Seguimos tejiendo con rayos de luna sueños que deshilacha el sol. El tiempo nos da la oportunidad de ser lo que de verdad somos: “Prefiero ser el peor de los mejores que el mejor de los peores”, dijo Kurt Cobain.
Nunca es tan presente el ser amado como cuando ya no está.
Dibujo de:
Fuente: Diario el universo