Bernard Fougéres
domingo 22 de enero del 2012
No tendríamos presidente sino emperador, no asamblea sino senado, no hablaríamos de baja en el precio del petróleo sino de olei bituminosi deminutio. Tendríamos que inventar las tarjetas de crédito o pagar al contado diciendo al camarero: “Presenti pecunia solvemus aut ausenti suscribimos (Pagamos cash o con Diners). En vez del grosero ¡no jodas! usaríamos “Noli me perturbare!”. Cuando al vino bueno le faltase cuerpo, sería: Bene sapit sed animo corporeque caret. No hablaríamos de nuestro celular timbrando sino “Tintinnuncius meus sonat”; el mensaje de salida sería: “Nemo nunc ipsum advenire ad vocem tuam accipiendam potest”. (Nadie en este momento puede atender tu llamada). La hamburguesa de Mac Donald se volvería intrita carnis globulum y el hot dog fervidus canis. Una pizza con todo sería crustum etruscum cum omnibus in eo. La guatita de Abdalá se convertiría en tripas in exotico condimento coctas, el cebiche de corvina: piscis cum bulbis in citero malo muria conditus (pescado macerado con cebolla y limón). El artículo del Pájaro Febres Cordero se tornaría aviculae febris ovis libellum, Polo Baquerizo animaría un programa llamado Fiat mecum mercatura ( ‘Haga negocio conmigo’). ‘Así somos’ sería Sic sumus. En Bijaus, para pedir una cerveza light helada: cerivisiam dilutam geladam potabo. Y si no nos entienden preguntaríamos: Non intellegis quod volo dicere?
Con las palabras modernas usaríamos perífrasis. El condón sería tegumembrana, el caldo de patas jus pedorum cum cicerem (con garbanzo). Me siento perplejo frente a la palabra internet que llamaría interconnexio. Con Velasco hubiéramos apreciado el churrasco “Cum Velasco cibus ovumque supra” (carne con un huevo encima). El yogur espesito sería lactatum coagulatum crassum, las papas fritas a la francesa solanas tuberosas in modo gallico frictas. En amor hazme lo que quieras = fac me quodcumque voles.
Imagino lo que hubiera sido mi vida en la época de Julio César con o sin tantos bienes que tenemos ahora. Ignoro si hubiera sido más feliz al ver obras de Sófocles en el teatro de Epidauro, echando canas al aire con la mesalina de turno. De Aristófanes habría recordado un precepto de vida: “Los hombres sabios aprenden mucho de sus enemigos”. Con seguridad Sócrates hubiera tenido la última palabra: “Solo es útil el conocimiento que nos hace mejor”. Después de todo, Adolfo Hitler era bastante bueno como acuarelista, gustaba a rabiar de las óperas de Wagner. Quizás tuvo razón André Maurois: “La cultura asimilada es lo que queda cuando hemos olvidado todo” . Ignoro lo que almorcé hace once meses, pero aquella comida se convirtió en glóbulos de mi sangre, células de mis huesos. Me encanta la frase poco conocida de San Agustín capaz de bajar los humos de nuestro ego acelerado: “Inter faeces et urinam nascimur”. No es necesario traducir. Solo puedo añadir: así como nacimos nos podemos despedir al final de la vida, perdiendo el control de nuestra mente o de nuestros esfínteres. Tan solo por eso vale la pena ser buenos seres humanos mientras podamos tolerar, escuchar. Quien perdona es un héroe. El amor es un acierto aunque parezca equivocarse.
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