bernardf@telconet.net
Me enseñaron los años a ser comprensivo: todo me sorprende, nada me asombra. Ustedes, mis lectores, me revelaron más de lo que yo pudiera profesar. Solo la gente intransigente se da el lujo de juzgar. Entrevisté a asesinos, violadores, recibí correo de sacerdotes que perdieron la fe o dejaron el hábito, prostitutas, alumnas enamoradas a morir de su maestro, candidatos al suicidio, chicas a punto de abortar, gays, lesbianas, madres que perdieron a un hijo. Recientemente por su insólita pureza me conmovió el e-mail de un chico cuencano de 24 años, casado, buscando consuelo porque se había muerto atropellado su perro. Estuve en casa de un asaltante de buses, me desarmó la forma como cuidaba a su hijo afectado por un terrible retraso mental. He presenciado la muerte de mucha gente, por cáncer, infarto, en accidentes, he visto suicidarse a unos cuantos sin poder encontrar la palabra mágica que quizás lo hubiera impedido.
No comprendo por qué unos se preocupan de lo que hacen los demás, si fulana es lesbiana, si zutano tiene amante, si mengano es gay, si perengano se droga, si robiñano es un ladrón, si perencejo le mete los cuernos a su esposa. Me encanta la gente que pulveriza las barreras, vive su vida libremente sin lastimar a nadie. Lo demás siendo hipotético no me toca investigarlo. Al diablo los chismeros, cuenteros, corredores de orejas, alcahuetes. Nada tan mediocre como el correveidile colgado del teléfono esparciendo su chinchorrería. La frase que me revuelve el estómago en cualquier reunión es la famosa: “¿Saben la última?”. Quien la pronuncia tiene un excelente rating de audiencia en una velada cualquiera. Estamos muy lejos de lo que se suele llamar cultura. Imagino chismes de más alto nivel: “¿Saben que Schubert murió de sífilis a los 31 años?”. ¿Por qué no tratamos de ser justos o al menos considerados, tolerantes? Cuando entrevisté a Rafael Correa, metí la pata, fui demasiado familiar, tal vez algo agresivo, pero después de la interviú conversamos como una hora, compartimos vino, respetamos nuestras diferencias, nos guardamos afecto (durante la entrevista, por si acaso, solo escanciamos media copa). Lo mismo sucedió con León Febres-Cordero (vodka), con monseñor Arregui (agua natural no bendita), Lenin Moreno (un soberbio tinto), Gustavo Noboa (Montes Alpha), Abdalá Bucaram (cerveza), Fidel Castro con Santiago Roldós (tinto chileno indescifrable), François Mitterrand (Chablis), Rostropovich (siempre tinto en varias ocasiones). Por Dios, bebamos una copa con nuestros amigos y quienes no lo son, olvidemos la vida de los demás, que cada cual lidie con la suya. Tratemos de encontrar las virtudes de nuestros enemigos, perdonar los defectos de nuestros amigos. Recuerdo a Hemingway: “Un idealista es un hombre que partiendo de que una rosa huele mejor que una col deduce que una sopa de rosas tendría también mejor sabor”. ¿Que soy idealista? Sí... pero con inquebrantable sentido del humor y del amor. “Hay que inventarse un sueño para que el infinito no nos haga llorar”: un soufflé de rosas por ejemplo. Prefiero ser ingenuo que malévolo. La vida es un garbeo por el parque, solo sirve para aficionados apasionados.
domingo 13 de junio del 2010
Guayaquil, Ecuador
Hola Genesis Sofia
ResponderEliminarParabienes por tu excelente blog
Buenos dias nos de Dios
Atte,
Conspicuo y Perspicuo