Bernard Fougéres
domingo 24 de julio del 2011
En colegios como Ecomundo, Sek, Santiago Mayor, pude auscultar el pensamiento de adolescentes de ambos sexos. Me confiaron por mails asuntos personales. Muchos adultos piensan que la juventud actual está despistada, no respeta valores; se acusa sobre todo a la colegiala, no al macho todopoderoso. Debo considerar que me impresiona la atención que pone ella en cada charla mía, la forma como se involucra en los temas tratados, cómo quiere, más allá del posible libertinaje, creer en amores idealizados.
En regla general se queja de la falta de comunicación entre ella y sus padres, de que se la considere inmadura, se quiera darle una orientación en contra de sus sueños. Una adolescente no anhela siempre escoger la carrera que se le aconseja. Los mails hablan de chicos o jovencitas que quisieran ser astronautas, periodistas de gran éxito, cineastas, chefs de alta cocina. Se topan con el freno paterno: “Son profesiones absurdas, tienes que aterrizar”.
A los 15 años quise ser paracaidista, alpinista. Mis padres se mofaron, corté el contacto. Cuando terminó la Segunda Guerra Mundial vi saltar de los aviones C.47 a los paracaidistas norteamericanos. Recuerdo, siendo muy niño, haber visto cadáveres de soldados aliados, alemanes, presenciado fusilamientos. Al llegar a Ecuador supe que la FAE tenía un C.47. En 1974 salté unas cuantas veces desde aquel avión, recuperé mi infancia toda, logré graduarme de paracaidista con los comandos de la FAE. Mi sueño de alpinista se materializó cuando subí a caballo sin montura hasta las nieves del Cotacachi con los arrieros de Cuicocha. Puedo comprender las ilusiones aparentemente absurdas, como dar un concierto a seis mil metros en el cráter del Cotopaxi arriba de las nubes. Conservemos al adolescente que fuimos.
Muchos famosos fracasaron al inicio. Aznavour fue pifiado, la Quinta Sinfonía de Beethoven recibida con frialdad, el estreno de la ópera El Barbero de Sevilla fue un fiasco. Demos oportunidades. Las chicas reggaetoneras no deben ser expulsadas sino reintegradas, guiadas. Sigo viendo en ellas a las valiosas mujeres de mañana, no a las incitadoras dañadas, la Eva del Edén, la manzana con gusanos frente a machitos inocentes a quienes jamás se pretendió expulsar de colegio alguno. Creo que, siendo adolescente, cometí peores cosas que luego lamenté.
Tener 16 años es maravilloso mas puede ser doloroso. Soñamos con lo absoluto, nos estrellamos contra la realidad, nos sentimos incomprendidos, nos invade el deseo de morir. El sexo es un rito, no un juego, no se come: se comulga. Queremos sentirnos amados, tomamos en serio sueños, romances, poemas. Es una edad en la que uno se cabrea, se rebela contra el quemeimportismo de los adultos. “Si miras mucho hacia el cielo, al final te crecerán alas”. He dialogado con casi cuarenta candidatas al aborto. No juzgué ni condené, hablé del amor a la vida, pero no impuse nada, dejé libertad. Creo en el primer amor frecuentemente maravilloso. El 28 de Mayo es el recuerdo de una revolución cívico popular, ciertamente no de un video sin trascendencia para voyeurs adultos. Recuperemos el verdadero sentido del amor y del sexo. No seamos jueces hipócritas con tanta basura nuestra a cuestas.
Foto de: Amaury Martinez
Fuente: Diario el universo
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