domingo, 5 de septiembre de 2010

Un homo sapiens


Bernard Fougéres
bernardf@telconet.net

domingo 05 de septiembre del 2010
Pertenezco a una estirpe de primates. Siendo un mamífero superior con supuesto raciocinio, percepción, emoción, memoria, imaginación, voluntad, paso, sin embargo, la vida buscando mi celular, mis lentes, preguntándome cuál es el mejor camino para manejar hasta mi casa, cómo diablos se llama esta persona que me saluda efusivamente. Mi percepción debiendo confirmarme que no existe delincuencia me hizo soñar probablemente que me robaron mi Nokia en dos oportunidades. Mi voluntad, siendo desastrosa, posterga cada lunes la decisión de bajar de peso mediante aquella dieta severa que jamás empecé. Decidí confesar sesenta años, suprimiendo el IVA (Impuesto a la Vida Agregada) y otros gravámenes que me darían la edad de Matusalén. Por no usar hidratantes, humectantes, cápsulas de colágeno, ingredientes activos hipoalergénicos, ácido linolénico, por haber fumado como preso adinerado, pasado noches en maravillosas velas, veo en mi espejo el retrato de un hombre algo deslucido. Sonreí mucho, de ahí estas arrugas que ponen mi boca entre paréntesis. Continuos asombros justifican aquellos surcos en mi frente. Las patas de gallo anuncian que no la pasé tan mal, reí bastante, una lamentable miopía obligándome a fruncir constantemente los ojos. Los cirujanos plásticos pueden mejorar mi aspecto, mas no debo esperar milagros sino enmarcarme con dignidad en la década que me corresponde. Proponen inyectar bótox hasta convertirme en Tut-Ank-Amón inexpresivo, estirar la piel hasta volverme astronauta de ojos desorbitados, facha deformada por una súbita aceleración. Al desplazarse el cutis de mi rostro, la afeitada diaria abarcaría hasta la nuca. Ha de ser reconfortante, supongo, que alrededor del ataúd la gente diga con admiración: “¡Qué joven se lo ve!”.

Extraño la época en que podía rasurarme sin templar mi mejilla con la mano, aquella adolescencia en la que besar a una chica en los labios era tocar el cielo después de meses. Ahora no se corteja, se atropella el jardín sin recoger las flores una tras otra; no se pide la mano sino cuando se es dueño de todo lo demás, se desvalija la tienda a hurtadillas. Se pedía a la florería el ramo que nos tocaba enviar a algún muerto, ahora compramos cerca de las salas de velación el arreglo que deseamos mandar a algún vivo. Marx decía que la religión era el opio del pueblo, ahora el opio es la base de una nueva religión. Solo los santos entraban en éxtasis, ahora el éxtasis se consigue en cápsulas. Comprábamos carne de gallina sin mirar el precio, ahora escudriñar la etiqueta nos pone la piel de gallina. Las mujeres daban a luz en casa, ahora pagan la cuenta al salir de la clínica, de lo contrario no les entregan al bebé.

Valió la pena nacer. Prefiero llegar al final de mi vida antes de que vuelva la prehistoria. No me arrepiento de haber amado aunque haya sido por equivocación. Conocí el amor de norte a sur, fue maravilloso. La vida me enseñó que lo más apasionante es siempre la espera, la única felicidad alcanzable es la que compartimos, no hay nada tan mágico como un te quiero en el momento adecuado.


Dibujo de: Ami Plasse

Fuente
Diario el universo

No hay comentarios:

Publicar un comentario