domingo, 10 de octubre de 2010

Los pandilleros

Bernard Fougéres
bernardf@telconet.net

domingo 10 de octubre del 2010
Frente a mi amigo Federico Gagliardo en estado comatoso por más de un mes, hice una promesa: aquella obra de tomar contacto con pandilleros, ver de qué modo se podía ayudarlos a recobrar valores, entregarles amistad, afecto, solidaridad positiva no podía desaparecer. Creo que la bondad se puede enseñar. En todo caso es nuestro deber intentarlo. Voy ya conociendo chicos y chicas de inmenso potencial pero andan a la deriva, sin brújula.

Se identifican como Latin King, Ñetas, Masters, Big Clean, Blood (sangre) y otros. Les pegamos una etiqueta, los encarcelamos por peligrosos. Una pandilla son jóvenes que buscan la identificación que les negó la sociedad, la familia. Se tiñen de rebeldía lo que los lleva a actuar con violencia. Los delitos sexuales nacen de un desconocimiento del amor. Las pandillas tienen que ver con el desamor, el excesivo amor si pertenecen a familias adineradas. Interrumpieron estudios, buscaron aceptación en sociedades disidentes, clandestinas. Hay chicas abandonadas, abusadas, embarazadas, víctimas del incesto, esposas maltratadas. Recuerdo a una llorando muy recientemente en mi hombro contándome cómo el marido, alcohólico, la golpea salvajemente. La carencia de afecto, las necesidades básicas truncadas son ganchos que unen a muchos adolescentes discriminados. Uno de ellos (rehabilitado) tomó la palabra con emotividad en la iglesia de Los Ceibos para agradecer a monseñor Gagliardo. Existe una resocialización en marcha con varios líderes involucrados. Nelsa Curbelo realiza una obra solidaria absolutamente extraordinaria. Siria labora con mucho amor y ella fue mi contacto. Acompañé a Federico el 20 de diciembre pasado cuando setecientos jóvenes celebraron la Navidad. Muchas historias podían escucharse, como la de Fernando: “Nunca consumí droga, era peleador, robaba con pistola. Quiero ser tipógrafo, me siento un hombre nuevo. Todo el daño que hice lo estoy recuperando con buenas acciones, pues quiero un buen futuro para mí”. Johanna confesó a una redactora del diario Expreso: “Estuve metida en cosas de la calle, causé mucho sufrimiento a mi mamá”. Cuando los ex pandilleros me hicieron el honor de tomarse una foto conmigo, desplegaron una banderola: “Jóvenes con propósito de cambio. No más lágrimas de madres”. Me consta que padres de familia como Machetón, asaltante de buses, tienen un fondo bueno que nadie intentó rescatar. Conozco su casa, su familia, su hijo epiléptico.

Fuera de las pandillas que salen a diario en la crónica roja están las solapadas de las que formamos parte cuando nos dejamos llevar por el egoísmo, la prepotencia, el consumismo desenfrenado, la falta de amor, nos sentimos importantes por lo que tenemos en vez de mejorar lo que somos. Dios no se dejará impresionar por la marca de nuestro automóvil, nuestras alhajas, vive fuera del tiempo, es mucho más rápido que un Ferrari, el oro y la plata no le importan. La pregunta será: “¿Qué ofreciste a tus semejantes, qué trato les diste?”. “Los pandilleros no inventaron la droga ni las armas. Son frutos de la sociedad que hemos creado con o sin ellos” (Nelsa Curbelo).

Podemos dar amor. Es ahora o nunca. Dar es rezar mil veces. Además, ser gentil y solidario no cuesta nada. Federico: a sus órdenes.



Dibujo de: Thomas Thorspecken

Fuente
Diario el universo

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