domingo, 31 de octubre de 2010

Si es de morir en la mina...

Bernard Fougéres
bernardf@telconet.net

domingo 31 de octubre del 2010
Olinda Pacheco, mamá de dos mineros fallecidos, suplica a su hijo Fulvio que deje esta actividad, mas considerando que es el único medio del que dispone para ayudar a sus padres, el retoño contesta: “Si es de morir en la mina, ahí moriré”. Pedro Mendoza Bazurto abandona su trabajo de albañil en Guayaquil, se va a Portovelo en busca de un mejor futuro. Allá encontrará la muerte. Rabindranath Tagore escribe: “Engarza en oro las alas del pájaro y nunca más volará al cielo”. Pienso en aquellos automóviles enchapados en metales preciosos: Porsche, Audi, un Aston Martin al que además del oro pusieron platino, diamantes. Existen países como Kuwait, donde las empresas locales no pagan impuestos, siendo la posible diversión absurda extravagancia.

Mientras va rodando desafiando al sol de Dubái un auto deportivo dorado, muere asfixiado un hombre llamado Vera Pacheco, pues ahora no estamos hablando de aves como lo hizo Tagore sino de un ser humano de 29 años con nombre de ángel, o de su hermano Walter, fallecido pocos días antes en las mismas circunstancias. Ángel resistió hasta donde más pudo. Hicieron falta dos horas para que salvase su vida. En la autopsia observaron que la sangre seguía circulando en sus venas. El diagnóstico fue: “Asfixia mecánica por confinamiento”. En las calles de Teherán recientemente los habitantes vieron con sorpresa un automóvil de lujo Samand XL de fabricación iraní enchapado en oro destinado a un multimillonario ruso. Dicho magnate, entre las alfombras persas de su vehículo no habrá de sentirse “confinado” como Ángel Vera, pues gozará de una climatización de primera. En la parte de la mina donde encontraron los cadáveres, la temperatura era de sesenta grados. Probablemente nombres como Portovelo o Zaruma no significarán nada para el multimillonario, salvo el caso de que haya saboreado un café zarumeño de exportación.

Miro en mi dedo anular el aro que me puso una guayaquileña en el año 1967. Es promesa de amor eterno porque el oro no se oxida, es duradero, no pierde su brillo, su color, no le afectan el calor, el aire, la humedad. Es tan dúctil que con treinta gramos podríamos elaborar un hilo de cien kilómetros de largo. Los mineros casados llevan también aquel aro, símbolo de un hogar igual a la casita que Ángel alquilaba por cincuenta dólares mensuales. Allí vivían su esposa, sus tres hijos (5, 7 y 8 años). Patricia llora, vive un calvario que para muchos de nosotros puede ser simple noticia en el diario. Hay momentos en que hablar de la edad de oro suena bastante sarcástico. Supongo que el aro que luzco tiene un significado más intenso para quienes lo llevan sabiendo lo que cuesta extraer aquel metal.

En su novela Germinal, Emilio Zola describió la vida en una mina de carbón, salarios de miseria, huelgas fracasadas, muertes, riesgo de no volver a casa en cada momento del día, accidentes, hambre. A veces deberíamos sentirnos avergonzados por tantas alhajas llevadas para darnos importancia, mientras hombres se salvan por milagro en Chile o mueren como ratas en la temperatura infernal de una mina ecuatoriana.


Dibujo de: Ami Plasse

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Diario el universo

domingo, 24 de octubre de 2010

Cuando llora una mujer

Bernard Fougéres
bernardf@telconet.net
domingo 24 de octubre del 2010
En mi adolescencia, al traducir la poesía latina o griega, me enamoré de Antígona, de la bella Clodia a la que Catulo llamó Lesbia. Me trastornaba imaginar a esta mujer llorando: “meae puellae flendo turgiduli rubent occelli”. No puedo traspasar al castellano la música de aquellos versos sino solo traducirlos: “Los ojitos hinchados de mi niña enrojecen llorando”. ¿Cómo explicarles que aquel “turgiduli” habla de ojos literalmente devastados por la pena?

Todos hemos hecho llorar a una o varias mujeres. Pudieron ser esposas, hijas, hermanas, enamoradas, amigas. Pablo Picasso plasmó de un modo patético aquel tema mostrando un rostro femenino despedazado mediante el cubismo, ojo convertido en vitral reventado. Este cuadro, acompañado por los girasoles de Van Gogh, me acompañó durante toda mi adolescencia. Van der Weyden pintó lágrimas con un hiperrealismo que subyuga.

No estoy refiriéndome a las féminas que derraman su sistema hidráulico en telenovelas de dudoso gusto, sino a aquellas que sufren el martirio por un hijo fallecido, un amor pisoteado, un aborto espontáneo, una congoja que nadie puede comprender. Saint Exupery al no poder consolar a su amigo El Principito escribe: “Estalló bruscamente en sollozos. No sabía qué decir, me sentía muy torpe, no sabía como alcanzarlo, donde encontrarlo... ¡es tan misterioso el país de las lágrimas!”. Pienso en las lágrimas de Eros, dios del amor, pintadas por Matisse o Fantin Latour. Supongo que Dios puso una sensibilidad mucho más aguda en el alma femenina, lo que podría explicar por qué se vuelven a veces tan vulnerables, o por qué su ciclo hormonal las torna más fáciles de lastimar, más susceptibles.

Entonces nosotros con rudeza masculina preguntamos: “¿Qué tienes? ¿Qué te pasa?”. Ella contesta con voz casi inaudible o gritando: “¡Nada...no pasa nada! ¿Qué me ha de pasar pues?”. El problema es que ocurren muchas cosas en el corazón de una mujer cuando declara que no sucede nada. El corazón acelera su ritmo, hay aguaje en la mirada, dentro de los ojos un barquito invisible se va al garete. Nos quedamos con nuestra fallida psicología de machos, sin llegar a entender que a veces la mujer dice lo contrario de lo que siente. Es cuando nacen frases como “No me importa”, “Ni me va ni me viene” o estalla un “te odio” que no es más que un doloroso te amo puesto al revés, o viceversa.

Pensamos que aquel sexo llamado débil puede derrumbarse cuando en realidad logra ser más fuerte que el masculino, más llevado a sortear el temporal, el duelo demoledor. Si se trata de defender a su prole se convierte en fiera. Si es mujer de negocios, jueza, líder, puede ser implacable, incorruptible. Si se mete en política, logra desafiar a los machos. Frente al féretro de su pareja fallecida reacciona con mayor realismo que el hombre, por más dolida que esté. Convertida en madre puede quedarse semanas o meses al pie de una cuna hasta olvidarse de comer. Muestra una paciencia, una abnegación de la que ningún hombre es capaz. Por eso la respeto, la amo. Más aerodinámica que el hombre, es el mejor diseño de Dios.

Dibujo de: Journal 

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Diario el universo

domingo, 17 de octubre de 2010

Todo tiene un motivo

Bernard Fougéres
bernardf@telconet.net

domingo 17 de octubre del 2010
Dios multiplica las visitas; si no hay nadie cuando toca nuestra puerta, suele dejar mensajes. Para impulsarnos a buscarlo finge de repente abandonarnos. Respeto demasiado la idea que tengo de Él como para volverlo responsable del mundo en el que vivimos. Eva y Adán jamás hubieran muerto de cáncer, de sida. Tenemos el mundo que merecemos. Dios no creó la cocaína ni la bomba atómica ni la Inquisición ni los campos de concentración.

Existe una razón para cada situación. Si al quedarnos solos no buscamos a quien pudiera acompañarnos, es porque miramos, oímos, probamos, olimos, tocamos con los cinco sentidos de nuestra pareja fallecida, es nuestra forma de seguirla amando. Podemos cruzar a una mujer maravillosa, pero resulta difícil desligarnos de quien nos acompañó durante varias décadas. Miguel Palacio Frugone lo expresó así: “No sé lo que pasaría si uno de los dos partiera. Moriría viviendo, viviría muriendo”. Ignoramos si nos espera mañana la soledad o un nuevo amanecer: todo tiene un motivo.

Malicia, tristeza, alegría, amargura, envidia acumulan en nuestro rostro las arrugas que merecemos. Las combatimos, es saludable hacerlo, mas envejecer es la única forma de no morir. Dios usa el afecto de dos seres para darles una pequeña idea del inmenso amor que les tiene. Creó nuestro cuerpo para que experimentemos placer, inventó el dolor para que palpemos la diferencia. Ha creado la vida para que la llenemos con nuestras efímeras fantasías, la muerte para que nos deslumbre el sueño eterno.

Dijo Dostoievski: “Amar a un ser humano es verlo como Dios quiso que fuera”. El matrimonio es búsqueda constante de nuestra mitad. Ciertos cónyuges viven décadas sin llegar a conocerse ni alcanzar la dicha por empantanarse en la rutina. Ser feliz es hacer feliz a nuestra pareja, amar es tratar con pasión de conocer al prójimo. Cuando amamos a una mujer no es al amor que buscamos en ella sino algo divino oculto en pleno centro de nuestra pasión. Dios no dice: “Tal camino lleva hacia mí y tal otro no”. Dice: “Todo lo que tú hagas puede ser el camino siempre que lo sigas de tal manera que te lleve hacia mí. Más importante que la religión en la que crees es el amor mío que vas regando día tras día. Tú no me buscas, te busco yo. Soy amor. Amar es mirarme a los ojos o morir en el intento. No existen pecados de amor sino de desamor”.

Al hacer el amor intentamos descubrir el afecto eterno. La emoción de la piel es el despertar fugaz de una superficie bajo la cual se anidan placeres sin final. “Si Dios no existiera, Mozart, Bach, Beethoven no tendrían razón de ser”. Me lo dijo Alberto Cortez hace dos semanas. Hawking pretende demostrar que no hay divinidad creadora. Es más difícil probar que existe el hombre, pues se ha deshumanizado, mientras que por amor un perro puede dejarse morir de hambre.


Dibujo de: Goñi Montes 

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Diario el universo

domingo, 10 de octubre de 2010

Los pandilleros

Bernard Fougéres
bernardf@telconet.net

domingo 10 de octubre del 2010
Frente a mi amigo Federico Gagliardo en estado comatoso por más de un mes, hice una promesa: aquella obra de tomar contacto con pandilleros, ver de qué modo se podía ayudarlos a recobrar valores, entregarles amistad, afecto, solidaridad positiva no podía desaparecer. Creo que la bondad se puede enseñar. En todo caso es nuestro deber intentarlo. Voy ya conociendo chicos y chicas de inmenso potencial pero andan a la deriva, sin brújula.

Se identifican como Latin King, Ñetas, Masters, Big Clean, Blood (sangre) y otros. Les pegamos una etiqueta, los encarcelamos por peligrosos. Una pandilla son jóvenes que buscan la identificación que les negó la sociedad, la familia. Se tiñen de rebeldía lo que los lleva a actuar con violencia. Los delitos sexuales nacen de un desconocimiento del amor. Las pandillas tienen que ver con el desamor, el excesivo amor si pertenecen a familias adineradas. Interrumpieron estudios, buscaron aceptación en sociedades disidentes, clandestinas. Hay chicas abandonadas, abusadas, embarazadas, víctimas del incesto, esposas maltratadas. Recuerdo a una llorando muy recientemente en mi hombro contándome cómo el marido, alcohólico, la golpea salvajemente. La carencia de afecto, las necesidades básicas truncadas son ganchos que unen a muchos adolescentes discriminados. Uno de ellos (rehabilitado) tomó la palabra con emotividad en la iglesia de Los Ceibos para agradecer a monseñor Gagliardo. Existe una resocialización en marcha con varios líderes involucrados. Nelsa Curbelo realiza una obra solidaria absolutamente extraordinaria. Siria labora con mucho amor y ella fue mi contacto. Acompañé a Federico el 20 de diciembre pasado cuando setecientos jóvenes celebraron la Navidad. Muchas historias podían escucharse, como la de Fernando: “Nunca consumí droga, era peleador, robaba con pistola. Quiero ser tipógrafo, me siento un hombre nuevo. Todo el daño que hice lo estoy recuperando con buenas acciones, pues quiero un buen futuro para mí”. Johanna confesó a una redactora del diario Expreso: “Estuve metida en cosas de la calle, causé mucho sufrimiento a mi mamá”. Cuando los ex pandilleros me hicieron el honor de tomarse una foto conmigo, desplegaron una banderola: “Jóvenes con propósito de cambio. No más lágrimas de madres”. Me consta que padres de familia como Machetón, asaltante de buses, tienen un fondo bueno que nadie intentó rescatar. Conozco su casa, su familia, su hijo epiléptico.

Fuera de las pandillas que salen a diario en la crónica roja están las solapadas de las que formamos parte cuando nos dejamos llevar por el egoísmo, la prepotencia, el consumismo desenfrenado, la falta de amor, nos sentimos importantes por lo que tenemos en vez de mejorar lo que somos. Dios no se dejará impresionar por la marca de nuestro automóvil, nuestras alhajas, vive fuera del tiempo, es mucho más rápido que un Ferrari, el oro y la plata no le importan. La pregunta será: “¿Qué ofreciste a tus semejantes, qué trato les diste?”. “Los pandilleros no inventaron la droga ni las armas. Son frutos de la sociedad que hemos creado con o sin ellos” (Nelsa Curbelo).

Podemos dar amor. Es ahora o nunca. Dar es rezar mil veces. Además, ser gentil y solidario no cuesta nada. Federico: a sus órdenes.



Dibujo de: Thomas Thorspecken

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Diario el universo

domingo, 3 de octubre de 2010

¿Quién quiere ser normal?

Bernard Fougéres
bernardf@telconet.net


domingo 03 de octubre del 2010
¿Existe alguien que lo sea? Según la Real Academia, normal significa “mayoritario, que no produce extrañeza, apegado a normas fijadas”. El ser normal sería aquel que se comportase como todos. De ahí esta costumbre de vestirnos con un nombre que no es nuestro; Pierre Cardin, Lacoste, Tommy Hilfiger, Armani, Guess. Si añado un reloj Rolex o Cartier, Bulgari, zapatos Bally, Gucci, Prada, ¿puedo convertirme en supernormal? Cada persona puede vestirse como se le antoje. Si se siente más segura de su estatus o socialmente superior con una marca determinada, está en su derecho, aunque suene muy triste. Aborrezco las corbatas mas me pongo una para no llevar saco. El esmoquin no rima ni con mi metro sesenta y siete, ni mi exceso de peso: paso a ser pingüino, dejo de ser hombre normal para convertirme en ave piscívora.

No debo usar “malas” palabras (tan ricas a veces a la hora del cuchí cuchi). La Iglesia ve pecaminosas las fantasías del Kama Sutra. De los treinta tipos de besos propuestos, el beso palpitante, el beso sin reloj, el beso viajero, el beso broche, el beso nominal son increíbles porque se alejan del beso “normal”. Olvidaron el inefable beso con vino, con champán. No es normal la persona demasiado realista, soñadora, seria, disoluta, (suele aburrirme siniestramente la gente supercuerda, atildada, más preocupada por su envoltura que por su vida interior). Las arrugas de la piel son normales, no las del alma, mas una planchadita ocasional no le viene mal a nadie: cuestión de aseo personal.

No concibo vida sin locuras, cometí muchas. Intentando adaptarme a las normas, terminé en catástrofe. Esconder lo que somos es traicionarnos. ¿Por qué confundir “diferente” y “malo”? Si uno se sale de la norma lo atacan, lo excluyen. ¿Es normal ser blanco, anormal ser negro?, ¿adinerado o chiro?, ¿aristócrata o cholo? ¿Debemos fusilar a los homosexuales, quemar vivas a las lesbianas? Si soy católico, ¿debo considerar como anormales al testigo de Jehová, al musulmán, al budista? La máscara que usaban los actores griegos se llamaba “persona”. ¿Debemos aparentar, ser uno del montón? Si intentamos amar a cuesta de nuestra autenticidad, el amor se morirá de aburrimiento o se hará rutina. Ser lo que somos, con nuestras debilidades, errores, basuras inocentes es dejar a otros el bulling, forma de agresión, acoso, desprecio. Creo que ser normal es aceptar que los demás sean lo que sean, en costumbres, religiones, filosofía, orientación sexual. Resulta difícil aceptar que los chinos coman perros, los colombianos hormigas culonas, los franceses ancas de ranas, ¿pero quién podría afirmar que sea normal ser carnívoro? Lo soy y lo disfruto. ¿Quién dijo: “La normalidad es la dictadura de la mayoría”? ¿Y por qué ser normales si podemos ser especiales?

¿Si somos raros, somos anormales? ¿Ser excesivamente emotivo es salirse de las normas? ¿Que tengamos miedo de mirar a los ojos a los demás es normal? ¿Es normal nuestra fiebre de consumismo? ¡Válgame Dios!, amar a una mujer más de lo normal es fascinante y si mirar con curiosidad de niño en su escote es anormal, que me lleven al infierno.


Dibujo de: Thomas Thorspecken

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Diario el universo