“Vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, contusión por contusión”. Parece mentira: estoy citando el Antiguo Testamento (Éxodo 21/ 23-24) “Quien matare a un hombre morirá” (Levítico 24/21). Felizmente llegó Jesús, tuvo discípulos partidarios de la no violencia. Gandhi llegó a decir: “Ojo por ojo y todos quedaremos ciegos”. Sabemos que la violencia es la razón de quienes no tienen la razón, no entienden razón. Otra vez Gandhi: “La violencia es el miedo a los ideales de los demás”. La violencia doméstica está por doquiera: mujeres maltratadas, hijos castigados físicamente, sirvientas explotadas o consideradas como seres inferiores. La violencia es el abuso sexual dentro de una pareja casada, la reducción de la esposa al papel de esclava sumisa, tolerante frente a las infidelidades del esposo pero considerada como ramera si se atreve al mínimo coqueteo. El sexismo, la discriminación, la mujer objeto, el uso perverso de la publicidad en la televisión dan realmente pena.
¿Se podrá devolver el bien por el mal? Estoy seguro de que en muchas oportunidades resulta ser la mejor estrategia. Muy conocida es la anécdota de Robert Lee cuando elogiaba a otro oficial: “General –le dijo un soldado– ¿sabe usted que el hombre del cual habla tan bien es uno de sus peores enemigos?” “Sí –respondió el general–, pero a mí me pidieron mi opinión de él, no la que él tiene de mí”.
Nunca contesten una carta o un mail ofensivo con una injuria peor, siempre saldrán perdiendo. Utilicen el sentido del humor, limítense a exponer argumentos razonables, contundentes. Si los critican con razón, tomen en cuenta la opinión de quiénes la emitan. No hay mejor amigo que un enemigo inteligente. No existe peor enemigo que un amigo adulón. La inteligencia no puede ofender ni lastimar, pero por supuesto permite discrepar. Un enemigo sin inteligencia debe ser ignorado. El que se refugia detrás de un seudónimo no merece respuesta. El adversario noble es aquel que da la cara, expone su divergencia, acepta el diálogo. No se detengan en el camino si alguien los envidia: bien saben que la envidia es un homenaje subliminal que la mediocridad rinde al talento, al éxito, a la suerte.
Devolver el mal por el mal no es repararlo, es multiplicarlo. En las broncas conyugales el más fuerte es aquel o aquella que calla sin someterse, también aquel que sabe decir “lo siento” cuando se sabe equivocado. El más débil es el resentido, el colérico. Suele ser la actitud del machista. No conozco peor cobardía que el maltrato a una mujer, un anciano, un niño.
El blog de LBG (Valencia) me recuerda que los medios violentos nos dan una libertad violenta. El Dalai Lama dijo algo parecido. La ira es una locura pasajera. La gentileza debería ser la religión universal. Cuando salgo a la calle, a pesar de leer tantas crónicas acerca de la delincuencia encuentro gente increíblemente buena, sin que importen su nivel social, el color de su piel. Toda persona que necesita violencia para imponerse resulta ser insegura y desde luego infeliz.
Dibujo de: Ami Plasse
Fuente: Diario el universo
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