domingo, 1 de mayo de 2011

¿Es bueno o malo el ser humano?


Bernard Fougéres

domingo 01 de mayo del 2011
Me gusta el existencialista Sartre cuando constata que el hombre no escoge su condición (puede ser proletario o rey, amo o empleado de casa). Nuestra libertad nos permite asumir nuestra situación. Eso puede explicar el comportamiento de ciertos seres en los campos de concentración nazis, unos llegando a ser santos, otros convirtiéndose en animales. Entonces para Sartre la vida individual es un proyecto. Lo que soy o seré dependerá de mi forma de enfrentar el mundo. La libertad consiste en nuestra posibilidad de elegir en cualquier circunstancia. Puedo cambiar de cultura, de ideas, de sexo. No soy violento por naturaleza, asumo mi violencia. Soy responsable de la forma como viviré mi condición. La semilla no es árbol pero puede llegar a serlo. Sartre hablará del “ser-en-sí” que es materia bruta, como si no hubiera nacido. Para mí sería el Adán de Miguel Ángel de la Sixtina antes de que toque su dedo la mano de Dios. El “ser-para-sí” será en cambio consciente y libre.

La filosofía oriental nos habla del karma, energía que deriva de lo que hacemos. Su ley nos permitiría mediante reencarnaciones triplicar nuestras buenas acciones, tener la oportunidad de redimir malas acciones. Nietzsche cree en el perpetuo retorno de lo que acontece, termina diciendo: “El ser humano es algo que debe rebasarse”. Pues rebasarnos se vuelve superación. Para Juan Jacobo Rousseau, “el hombre nace bueno, la sociedad lo corrompe”. Nunca ha sido tan verdad: nuestro egoísmo, el consumismo desquiciado, la importancia de las apariencias, del qué dirán, la caída de los valores espirituales son factores esenciales en el egocentrismo de las mayorías. El amor se “hedoniza” (volviéndose placer esencial) en vez de sublimarse hasta volverse divino.

El fundamentalismo encierra la mente dentro de la pasión ciega, irracional, testaruda, violenta. Tengo pavor a los fanáticos religiosos, los puritanos, los fariseos, los que condenan, se creen dueños de la verdad exclusiva. San Juan de la Cruz, Teresa de Lisieux y la Madre Teresa cruzaron con éxito tramos de oscuridad en su religiosa creencia. Es maravilloso que la fe con su luz pueda despejar el camino.

Nosotros leemos la crónica roja, nos indignamos frente a la maldad ¿pero conocemos los rincones inconfesables de nuestro yo profundo o vivimos usando máscaras intercambiables? ¿Podemos palpar nuestro egoísmo en situaciones diarias? ¿Cómo nos sentimos cuando la gente nos considera buenas personas? Los demás desconocen el subsuelo de nuestra personalidad porque exaltamos nuestro yo disfrazado, no logramos construir el superyo libre consciente, responsable. Al quedarnos en la tonalidad de yo mayor, no logramos sentir por empatía los sufrimientos o problemas ajenos. El ser humano es capaz de lo mejor y de lo peor, pero ¿podemos evaluar el grado de conciencia de quien comete malas acciones? He citado a menudo la frase de Goethe: “Nunca oí hablar de un crimen que no hubiese podido cometer en algún momento de mi vida”. No sé si llamar eso lucidez u honestidad. Sócrates dice “Nadie es malo voluntariamente”. ¿Será cierto en quienes actúan como animales?
Dibujo de: Wally Torta

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