Bernard Fougéres
domingo 16 de octubre del 2011
Cada día corremos el riesgo de estrellarnos, mas llegamos sanos y salvos a nuestro destino. Viajamos en auto, en avión, nos enamoramos, nos estrellamos contra el muro de la indiferencia o del desamor. Creo que les tengo buenas noticias: en el año dos mil nueve, dos mil trescientos millones de personas viajaron en 35 millones de vuelo. Solo hubo 685 víctimas en noventa accidentes. La posibilidad nuestra de morir en un percance aéreo resulta improbable. Las azafatas vuelan cada día. Más preocupantes resultan los accidentes de tránsito en los que tenemos parte activa.
El estrellamiento amoroso es frecuente mas nos toca la posibilidad de amar contra vientos y mareas hasta a quienes no nos pueden ver en pintura. ¡Por un amor que fracasa cuántos nos esperan en el camino! Si usted fuera el único o el último ser humano en amar al prójimo daría una sentido a la vida.
Las sirenas existen, se lo aseguro, pero la gran mayoría nos adormece con promesas de un amor eterno luego, con o sin razón, nos dejan plantados en plena soledad; esperamos con paciencia que aparezca de nuevo la mujer lúcida, afectuosa, confiable, capaz de un amor eterno. Mientras rasquemos el fondo de aquella ánfora que nos lanza una Pandora cualquiera, encontraremos jirones de esperanza.
Si usted fuera el último amante, el único en el planeta, la vida tendría razón de ser. Este mundo nuestro en el que un tigre puede amamantar cerditos, un chimpancé cuidar a un perro, un can callejero desviar el tráfico para que los autos no pisen a su amigo muerto, mientras internet nos aporte pruebas de que los animales son más confiables que los humanos yo seguiré creyendo en el amor. Por más que se calle en alguna parte un posible Dios, siendo el silencio la peor crueldad, caminaré en busca de él pero me niego a inventar respuestas prestándole contestaciones mías. Prefiero ser ingenuo, creyendo en Papá Noel aunque no suela ser el barbón grotesco con su jojojo de pacotilla, sino el ser anónimo que realiza milagros a punta de bondad en cualquier parte del mundo.
Amo luego existo aunque tenga que descartar a Descartes. Soy más testarudo que una mula, solo avanzo cuando me da la gana, por más que me maten a palos, me quiten a mis seres amados ahogándolos en sus leucocitos. Aborrezco las multitudes cuando se ponen de acuerdo para crear mitos o lapidar a la mujer adúltera. Desconfío de las religiones porque se creen dueñas de la verdad y se odian entre sí. El God bless America de Bush fue tan petulante como el Allah kebar de Sadam Husein, pero solo colgaron a uno de ellos. Los milagros existen, conozco madres de familia que multiplican peces y panes entregando la parte que les corresponde. Los crucificados existen, millones murieron en unos cuantos holocaustos a lo largo de la historia. Las Cruzadas y la Inquisición fueron la vergüenza de la Iglesia como lo sigue siendo la inmune pedofilia. Por ello es tan importante que exista, aunque fuera único, el amante sobreviviente.
Dibujo de: Eduardo Salavisa
Fuente: Diario el universo
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